17 mayo 2011
DIA CONTRA LA HOMOFOBIA
CONTRA LA HOMOFOBIA
Hoy celebramos el dia contra la homofobia, se realiza en esta fecha por que coincide con la desaparicion en 1990 del listado de enfermedades mentales la homosexualidad.
Aprovechando la ocasión me gustaría dirigirme especialmente al mundo masculino, de hombre a hombre. Los hombres no podemos seguir manteniendo actitudes homofobas, tenemos que respetar la orientación sexual de cada cual y la propia libertad del individuo. Se que entre los hombres existen muchas resistencias a nuevos modelos de masculinidad pero se tambien que optar por nuevos modelos masculinos tambien te hace más feliz, por experiencia. Cerremos las puertas a la homofobia y abramos nuestros corazones a la tolerancia y el respeto. La homofobia nos aleja mas que acercarnos, asi que el abrazo es el que nos permite estar uno mas cerca del otro. Abracémosno.
NO A LA HOMOFOBIA. Atrévete si eres hombre!!!
07 mayo 2011
UN CUENTO SOBRE LOS SUEÑOS MASCULINOS...
Os presentamos un cuento de Josep Vicent Marqués, que el utiliza como introducción en su libro “Curso Elemental para Varones Sensibles”. Pensamos que puede ser útil para analizar donde ponemos los hombres las prioridades…
Dicen que aquellos que nacen en luna llena, cuando en ningún lugar de la tierra sopla el viento y los lobos no aúllan porque tienen faringitis, reciben el don inapreciable de tener un hada madrina. Y que ésta les concede un deseo cada diez años.
Al cumplir diecisiete años, Andrés se internó por primera vez en el bosque al encuentro de su hada madrina. La encontró bromeando con unas flores a las que cambiaba de color en medio de sus risas y a pesar de sus protestas.
- Hola, Andrés, ¿cuál es tu deseo?
-Quiero ser un hombre.
-Ya lo eres.
-Quiero decir todo un hombre, un auténtico hombre.
-¿Y eso en qué consiste, Andrés?
-Quiero ser un gran guerrero.
El hada madrina lo convirtió en un gran guerrero. Durante diez años, Andrés derrotó ejércitos, rindió fortalezas inexpugnables, mató hombres de todos los colores y tamaños y fue aclamado por miles de soldados como el más hábil y fuerte luchador. Pero cuando volvió a encontrarse con el hada ésta lo halló triste.
-No estoy seguro de que eso sea ser un hombre, un autentico hombre, madrina.
-¿Cuál es, entonces tu deseo?
-Quiero tener poder, quiero que todos me obedezcan. El hada madrina lo convirtió en un hombre muy poderoso, dotándole de riqueza para comprar y sobornar, de astucia para juntar y dividir y de la indiferencia suficiente para no sentir jamás escrúpulos. Diez años después acudió cabizbajo a la cita con su hada madrina.
-No estoy seguro de que el poder sea lo que distingue al hombre auténtico.
-¿Cuál es, entonces, tu deseo?
-Quiero ser un sabio prestigioso.
Lo fue. Nadie gozó de tanto reconocimiento por su ciencia y buen criterio. Las universidades se disputaban entre sí nombrarlos doctor honoris causa, los científicos le escuchaban don el silencio más respetuosos y no sólo le peían consejo los reyes, sino también los jóvenes amantes, que es mucho más difícil.
Díez años después, el hada madrina lo encontró en el bosque con barba de tres días.
-Te has adelantado a la cita.
-Estaba inquieto. No estoy seguro de que ser sabio sea lo que distingue al verdadero hombre.
-¿Qué quieres que te conceda?
-Quiero cuidar y proteger a una mujer y a una descendencia numerosa.
-Necesitarías más de diez años. Bueno veré lo que puedo hacer.
A la mañana siguiente, Andrés se encontró casado con una dulce mujer y reproducido con asombrosa fidelidad por diez niños de edad escalonada de año en año a partir de los dos meses. Durante diez años continuó teniendo niños. Y a todos mantenía con su trabajo y protegía con su fuerza e inteligencia.
La nueva cita convocó a la madrina con un Andrés muy abatido.
-¿Tampoco era eso lo que querías?
-Se dejan cuidar y proteger muy poco. Conforme se hacen mayores parecen no necesitar mis consejos, y ella es fuerte ¡vaya si lo es!.
-¿Qué te concedo ahora?
-Quiero ser todo un hombre. Quiero conquistar muchas mujeres.
El hada madrina suspiró.
-Podrías haber pensado eso hace veinte años. Me hubiera resultado más fácil que ahora, pero…, vale.
Cuando se alejaba Andrés oyó que le llamaba el hada y se volvió.
-Ah, Andrés. Supongo que también querrás ser muy fogoso sexualmente y todo eso. Antes de que me lo tengas que pedir dentro de diez años más, te lo concedo ahora.
Marchó Andrés agradecido y antes de salir del bosque encontró a una bella campesina que al verle suspiró y dejó caer el cántaro de leche que portaba; temblaron los robles con el estrepito de sus efusiones. Y se iniciaron así diez años en los que Andrés gozó de los favores de más campesinas y de princesas, de matronas y curanderas, que eran los oficios que en aquella época dejaban ejercer a las mujeres, y de sencillas amas de casa y complejas doncellas.
-Esperaba verte contento esta vez- le dijo el hada al encontrarse de nuevo.
-Eso no es ser un verdadero hombre.
-¿Qué quieres, pues, ahora?
-Eso. Ser un verdadero hombre.
-Ya te dije hace cuarenta años que eras un hombre.
-Pero yo quiero ser todo un hombre, un hombre autentico.
-Mira, ¿por qué no te olvidas de eso? Has matado, has oprimido, has reprimido, has abandonado, has causado dolor, y has dado la lata buscando ser un verdadero hombre. Y no has sido feliz. Puedo concederte que seas feliz.
-No quiero ser feliz. Lo que quiero es ser un verdadero hombre.
-Pues mira hijo-contestó el hada madrina-, vete a hacer puñetas.
09 diciembre 2010
“El cuento del hombre que perdió sus orejas”. Una historia para reflexionar sobre la violencia masculina contra la mujer.
Erase una vez un hombre que no tenía orejas, no recordaba cómo había sucedido. De repente un día se levantó por la mañana y cuando, todavía medio dormido, intento ponerse las gafas, estas se le cayeron al suelo, fue entonces cuando se dio cuenta de que no tenía orejas.
Al principio se preocupó, por eso de le miraran raro… pero nuestro protagonista era un hombre eminentemente práctico cuyo slogan era “paz ante lo inevitable”, así que termino de vestirse y se dirigió a su puesto de trabajo.
Durante su jornada laboral se sorprendió al comprobar que casi nadie daba muestras de percibir la ausencia de sus orejas.
Esa tarde se encontró con sus amigos en el bar de siempre y les contó lo que le había sucedido. Después de aguantar algunas bromas empezó una discusión en la que cada uno de sus colegas defendía su teoría sobre el origen de la situación, por lo que pudo entender de la conversación, las teorías eran más o menos estas:
Para Juan la desaparición de sus orejas tenía que ver con la evolución de las especies “vivimos en la era de la imagen”, decía, lo que predomina es lo visual tu situación es una pista de la evolución de la especie humana en los próximos miles de años…
Rafa, mantenía que la desaparición de se debía a algún tipo de rito mágico a medio camino entre el vudú y lo exotérico.
Para José tenía que ver con la dieta alimenticia, en la que seguramente abundaba la comida basura y los productos transgénicos.
Javier defendía que posiblemente era debido a la exposición a algún tipo de vórtice energético o alguna confluencia espacio/tiempo en la que por azar el yo con orejas había sido sustituido por otro yo de existencia paralela que procedía en un mundo donde sus habitantes no contaban con orejas.
Por último estaba Vicente que entre risa y risa, relacionaba la perdida con no se que del tamaño de los genitales externos.
Después de un rato de porfiar sobre quién tenía razón, el tema de conversación se desvió hacia asuntos “más importantes” como el próximo partido entre el Madrid y el Barcelona, o sobre el trasero de la camarera.
Durante todo este tiempo nadie le preguntó cómo estaba, o si necesitaba algo… nuestro protagonista se sintió decepcionado y defraudado… aun así, reconocía una sensación absurda de pertenencia a este grupo.
Al rato comenzó a sentirse fuera de juego y se dedico a pasear su mirada por el resto de personas que estaban en el local. Algo en la actitud de la camarera le llamo la atención, era la misma camarera de siempre, pero encontraba algo raro en ella. Tardo un poco en darse cuenta de que era; su sonrisa no estaba, había desaparecido, parecía pensativa, cabizbaja, como presa de algún dolor invisible. Descubrió el mismo gesto en las otras dos mujeres que estaban en el bar y se dio cuenta de que todas miraban hacia el mismo punto, la televisión.
Estaban dando las noticias y el presentador con un gesto serio dio paso a un corresponsal que se encontraba en una calle igual a tantas calles de un barrio que podría ser el suyo. Entonces aparecieron unos subtítulos en la pantalla en los que se podía leer; “Nueva víctima de la violencia de género. Mujer muerta a manos de su ex pareja”. La noticia iba acompañada del testimonio de algunos vecinos que insistían en que la ex pareja parecía un “hombre normal”.
Un sentimiento de rabia e indignación empezó a recorrerle el cuerpo.
Sus colegas seguían a la suyo sin darse cuenta de lo que estaba pasando a su alrededor. Cuando la camarera fue a retirar las bebidas, uno de ellos le hizo un comentario subido de tono, con lo que se gano una mirada reprobadora por parte de esta. “Debe estar en uno de esos días del mes” dijo el hombre a modo de explicación. El resto rio ante el comentario. Nuestro protagonista descubrí o en su boca el atisbo de una sonrisa quizás un acto reflejo fruto de la costumbre. Pero esta vez la sonrisa murió en sus labios antes de aparecer en su rostro.
Se levantó, pronunció un adiós, pago su copa y salió a la calle. Anduvo sin dirección durante bastante tiempo, sintiéndose culpable por tantos momentos de sonrisa cómplice, cada calle por la que pasaba se le asemejaba a la calle que acababa de ver en las noticias, en su cabeza se repetían los comentarios de los vecinos “parecía un hombre normal”. Llego a su casa tarde y se metió en la cama sin cenar.
No podía dormir no dejaba de recordar el rostro de la camarera una y otra vez. Hasta que en un momento sintió surgir el llanto, un llanto masculino fruto de la comprensión del daño, un llanto por la incapacidad masculina de ponerse en lugar de la otra persona, de sentir en la propia piel la humillación, el control, la violencia, la desigualdad con que son tratadas esas mujeres que aparecen en los titulares de las noticias…
Cuando despertó por la mañana noto que algo había cambiado, al lavarse la cara delante del espejo del cuarto de baño descubrió que sus orejas estaban de nuevo allí. No sabía si todo fue un sueño o fue real. Pero lo que si sabía ahora era que hacer con ellas.
Saludos de madera
Antonio
18 noviembre 2010
MIEDOS MASCULINOS
a mirar tu imagen en el espejo”.
Soy un hombre cobarde, tengo miedo. Hay miedos chiquitos y miedos grandes, miedos míos y miedos prestados por otros hombres que están o han estado presentes en mi vida. Miedos de los que me he liberado y miedos que me liberan. Miedos que conozco y miedos que empiezo a conocer. Miedos que me dan miedo y miedos que me dan risa. Hay miedos que acompañan y miedos que incordian. Hay miedos como garras y otros como alas de mariposa. Hay miedos que se posan en los ojos y te enturbian la mirada, otros que se posan en las manos y te enfrían el tacto, también los hay que se posan en el pecho, en los oídos o en la boca…
Con la denominación de origen de “mismiedos” hay pues un amplio catálogo de miedos, mieditos y miedazos. Pero todos tienen algo en común, son mis miedos e intentos quererlos y odiarlos a todos por igual. Todos son parte de mi vida…
A veces también siento miedo “de ser hombre” y miedo “de dejar de serlo”. Pero este es un miedo compartido con otros hombres miedosos, hombres sin miedo al miedo. …
Con esto de los miedos existe un peligro agazapado: imponerlos (que no es lo mismo que compartirlos) a las demás personas. No obstante, hay señales de alerta que te avisan de que esos miedos se escapan de ti y se proyectan como sombras sobre otras personas. Entonces siento miedo, miedo del miedo que veo en los ojos de esas personas cuando me miran.
Para mí hay un cuento que es clarificador con el tema de los hombres y nuestros miedos y me ha ayudado a comprender ¿ De qué tienen miedo los hombres que no tienen miedo a nada?. Esos hombre que durante gran parte de mi historia vital admiré y trate de imitar. Ese cuento es la historia de “Juan sin miedo”. A modo de resumen; Juan recibió el apelativo de sin miedo debido a que no tenía miedo a nada. Pero como quería conocerlo, un día salió de su casa dispuesto a correr aventuras esperando toparse en algunas de ellas con algo que le hiciera sentir miedo. Sin embargo, de poco le valió el encuentro que tuvo con una bruja ni después con un ogro. Y así llegó hasta un castillo encantado. El rey había prometido que concedería la mano de su hija a quien pudiera pasar tres noches en él, y Juan no lo dudó; ni los fantasmas ni las criaturas a las que tuvo que hacer frente consiguieron causarle miedo, por lo que consiguió casarse con la princesa. Finalmente también acabó conociendo el miedo cuando su mujer, con objeto de darle lo que tanto tiempo llevaba buscando, derramó sobre él una jarra de agua fría mientras dormía.
Si observamos el cuento y su moraleja desde una visión sexista, se nos presenta a la mujer como un ser perverso; es la que hace conocer al hombre lo que es el miedo, por tanto de la que hay que desconfiar. Pero si analizamos el cuento con otra mirada (apartando este estereotipo), podremos ver que en nuestra relación con las mujeres, estas algunas veces nos colocan delante de nosotros un espejo donde nos vemos tal y como somos, en ocasiones, en nuestra relación con ellas. Por ejemplo, la actitud que a veces exhibimos de caballeros andantes, ante el espejo se refleja como una imagen de protección que exige sumisión. Un jarro de agua fría sobre nuestra masculinidad.
Un jarro de agua fría que nos lleva a descubrir que el hombre que nos hemos afanado en ser, tienen un lado oscuro. A observar que detrás de nuestra lógica masculina se esconden estrategias de dominación sutiles de las que no éramos conscientes. A valorar que nuestras fortalezas son, a veces, nuestras debilidades y que nuestras certezas como hombres no rigen el mundo, sino tan solo, nuestra visión del mundo.
A mi juicio, este es el principio del cambio, porque entonces te das cuenta de que son tus miedos los que te hacen crecer, sacarlos, medirlos, sentirlos, escucharlos, tocarlos, compararlos… Seguir su rastro hasta donde se esconden y entender la razón de su existencia.
Eso es ser un hombre sin miedo al miedo. Adentrarte en los argumentos ocultos de tu masculinidad, sin miedo a lo que vas a encontrar, con el convencimiento de que al principio tu paso será vacilante. Pero que tras este encuentro, tu horizonte como hombre más justo e igualitario será más claro y el camino a seguir aparecerá más definido ante tus ojos.
Antonio